Guido Schäffer: El médico surfista que decidió ser santo




Guido Schäffer: El médico surfista que decidió ser santo





“Todo santo es hombre antes de ser santo, y un santo puede ser hecho a partir de todo tipo de hombre”. Estas palabras de Chesterton se aplican perfectamente a la vida de Guido Schäffer, cuyo testimonio ha atraído muchísimos jóvenes a la Iglesia Católica.






Enero es el mes en que buena parte de las universidades divulgan la lista de quienes aprobaron los exámenes de ingreso. Jóvenes de todo el país esperan ansiosos la noticia de que finalmente podrán cursar la enseñanza superior. Estrictamente hablando, la entrada a la universidad representa para muchos, una especie de redención que marca el inicio de la mayoría de edad, pues es en este periodo que los hijos salen de casa, se mudan para otras ciudades y asumen algunas responsabilidades básicas que todo adulto debe tener.






Con todos esos cambios, la universidad también es el lugar donde muchos abandonan la religión, y eso se debe a la idea absurda de que la etapa universitaria es el tiempo de las grandes experiencias, no solo en el campo científico, sino especialmente en el campo moral. Lejos de la vista de los padres – y consecuentemente de lo que les frenaba los impulsos juveniles - , cuántos jóvenes se pierden por hallar que ahora en la universidad, tienen todas las oportunidades de vivir conforme les da la gana, sin ningún “moralismo” o “superstición”? Es como si se imaginasen que la vida académica fuese una gran tontería, como la de aquellas películas hollywoodenses. De ahí tantos “ritos de iniciación”, “botellones” y otras recreaciones que acostumbran catalogar los medios de comunicación todos los años con las excentricidades de nuestros estudiantes.






Pero  el sistema universitario es, en verdad, una gran ilusión. Se trata, en la mayoría de los casos, de un lugar en donde el alumno no es incentivado a descubrir la substancia de las cosas, como en la educación clásica, sino a sumergirse en las más locas abstracciones, que lo atrapan en un mundo absolutamente paralelo.  A fin de cuentas, la causa final de todo este sistema es el título, el sello en el papel, el diploma; o sea algo un tanto superficial. Y la consecuencia de esto no podría ser otra sino la mezquindad: La única preocupación de los estudiantes es la de estar en el promedio al final del semestre.






Hay, sin embargo, algunos jóvenes que no se engañan con el diploma y buscan mantenerse por encima de la línea de la mediocridad, preservando en sus corazones aquellos valores innegociables de la fe y la razón. Es el caso de Guido Schäffer, cuyo testimonio cristiano en el ejercicio de la medicina atrajo muchas almas para la grey del Señor. Actualmente, la archidiócesis de Rio de Janeiro promueve la causa de beatificación del joven, que también fue seminarista y murió en 2009 en olor de santidad.






Guido Schäffer nació el 22 de mayo de 1974 en el municipio de Volta Redonda (RJ). Es de la pluma de G.K. Chesterton la muy sabia afirmación de que “Todo santo es hombre antes de ser santo, y un santo puede ser hecho a partir de todo tipo de hombre”. Estas palabras se aplican perfectamente a la vida de Guido, que como muchos santos de la Iglesia, también tuvo un pasado miserable. Para comenzar, vivió buena parte de su vida como aquel tipo de hombre dado a las pasiones. En sus memorias, él confiesa como necesitó de mucha oración y penitencia para corregir los errores de una adolescencia disoluta: Faltó a misa, robó, usó … (ya saben qué), vio pornografía, tuvo relaciones sexuales… era, al final, apenas un muchacho “común” más, que gustaba del surf y que de vez en cuando se rendía a los impulsos del pecado.






No obstante, la gracia de Dios tenía planes más grandes. A los seis años, Guido había soñado con Nuestro Señor, que le decía que fuese obediente con sus padres y participase en la Misa todos los días, porque un día, el habría de llamar muchos amigos a Jesús. Eso fue lo que realmente sucedió después de su conversión. Guido comenzó a frecuentar los encuentros de la Renovación Carismática y allí tuvo las primeras experiencias de oración, que despertaron en él la voluntad de ser santo. Más tarde, el joven conoció los ejercicios espirituales de San Ignacio, el enderezador de vidas, y entendió que podía ser amigo íntimo de Cristo, buscando a Dios en todas las circunstancias y lugares, inclusive dentro de la facultad.






La ventaja de ser católico es que todo puede ser convertido en un camino hacia Cristo. Fue la fe católica la que hizo a Guido ver la medicina no como un fin, sino como un medio para la propia santificación. El estudio en especial, era una tarea que él tenía que hacer con un corazón abierto a Dios, en espíritu de oración, para servir mejor al prójimo. “La santidad”, explica el cardenal Saraiva, “no consiste ciertamente en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días”. En la oración, abrimos nuestros ojos a la presencia extraordinaria de Dios en las cosas más comunes. Guido Schäffer entendió eso perfectamente, de modo que procuró unir la vida activa a la contemplativa, haciendo todo con atención y diligencia.






“La santidad no consiste ciertamente en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días”.






El mismo Guido daba testimonio de la importancia de la oración. Cierta vez, escribe en su diario, “Sentí una desolación por cuenta de los innumerables trabajos y pruebas que tuve esa semana. Fui tentado por la impaciencia a terminar mi oración antes de tiempo”. La constancia, sin embargo, lo ayudó a pasar por todo eso con tranquilidad, uniéndose al corazón de Jesús.






Después de graduado, Guido decidió dar una respuesta más generosa a Dios. Él había meditado sobre la historia del joven rico y notó que necesitaba entregar su diploma – la única riqueza que tenía – al servicio de los pobres, a ejemplo de San Francisco de Asís. Así, Guido inició un trabajo junto a las Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta, atendiendo a los hermanos habitantes de calle, mientras tanto, además atendía en la Santa Casa de Misericordia, donde ayudó en la Pastoral de la Salud y acompañó todo tipo de pacientes. Este trabajo era tan extraordinario que, aun como seminarista, Guido pudo continuar en los hospitales, con licencia del arzobispo de Rio de Janeiro.







A este respecto, la hermana Caritas, que lo ayudó en varias ocasiones, da el siguiente testimonio: “Muchas veces usaba los carismas con que el señor lo agraciaba. Presencié varias veces, sobre todo el carisma de la Palabra de Ciencia. A todos los trataba con delicadeza, paciencia y comprensión”. Los que acompañaron nuestro curso sobre la Ingeniería de la Santidad, saben que una de las señales más notables de la santidad es la virtud de la paciencia (hypomoné), que se conquista apenas en la cuarta morada, a costa de mucha penitencia y oración. Dios ve la generosidad del alma y le da paso a un estadio en el cual la caridad crece con todas las demás virtudes. Vemos esto en Guido Schäffer, y no debe tardar mucho para que la Iglesia lo llame también venerable.







Guido Schäffer “A todos los trataba con delicadeza, paciencia y comprensión”.






El título de venerable es dado a “Todos aquellos que por el singular ejercicio de las virtudes cristianas y de los carismas divinos suscitaron la devoción e imitación de los fieles” (Juan Pablo II, Divinus Perfectionis Magister). Sin la pretensión de anticipar el juicio de nuestros pastores, los innumerables testimonios respecto de Guido Schäffer no dejan dudas de que él fue realmente un héroe de la fe, ya sea por el trabajo como médico, o por su apostolado en los grupos de jóvenes. Solo eso puede justificar los varios homenajes y memoriales que ya le fueron dedicados por la piedad popular. “En todo momento daba testimonio de su fe, en su proceder irreprensible con los otros. Vivía conforme a los valores cristianos de cordialidad, templanza, caridad y justicia”, dice el profesor de Guido, Clementino de Fraga, en un homenaje después de su muerte.






La entrada en el seminario tal vez haya sido el punto decisivo en este progreso espiritual que quizás lleve a Guido a la gloria de los altares. Todo sucedió en el año 2000, cuando él, durante una oración, oyó la voz de Dios que le decía: “Levántate, y serás sacerdote de mi Iglesia”. Sabiamente, Dom Karl Romer, obispo auxiliar de Rio de Janeiro, lo matriculó en el monasterio de los Benedictinos para que Guido pudiese continuar el trabajo en los hospitales. De ese modo, él tuvo la oportunidad de dedicarse tanto a la formación sacerdotal como al servicio caritativo. Estudiaba filosofía, atendía en la Santa Casa, lideraba grupos de oración y también llevaba a los jóvenes a cuidar de los mendigos, junto a las Misioneras de la Caridad. Lo que lo fortalecía era la certeza de que Dios siempre estaba a su lado.






Algunos testimonios sobre el trabajo de Guido en los hospitales son así mismo sorprendentes. Se cuenta, por ejemplo, el caso de un policía en silla de ruedas que volvió a andar después de haber recibido una oración de Guido, en un grupo de oración en la Santa Casa de Misericordia. Otros relatan cómo su sola presencia traía paz y esperanza a los pacientes más angustiados. Más allá de eso, él tenía una gran preocupación de llevar a los enfermos a la recepción de los sacramentos como la Unción de los Enfermos, la Confesión y especialmente, la Sagrada Eucaristía. Porque la principal responsabilidad de un verdadero médico de Dios es salvar el alma de sus pacientes. No fue por menos que Guido Schäffer recibió el sobrenombre de apóstol de la palabra y de la paz.






La principal responsabilidad de un verdadero médico de Dios es salvar el alma de sus pacientes.






Guido Schäffer murió en 2009 en un accidente cuando surfeaba con unos amigos. Poco antes, él ya había recibido algunos “avisos” de Dios, que lo llamaba a avanzar hacia aguas más profundas. También alguna vez confesó que “si pudiese escoger, me gustaría morir en el mar, surfeando”. La tabla que Guido usaba aquel día 1 de mayo estaba dividida por un versículo del Evangelio de San Mateo (7,14): “¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuan pocos los que dan con ella!”. No deja de ser significativo porque en su vida, Guido prefirió esforzarse para pasar por el más difícil de los exámenes de ingreso, por la más estrecha de las puertas, que es la entrada al Cielo. Después de su muerte no tomó mucho tiempo para que la gente reconociese en él las señales claras de una gran santidad.






Ciertamente, Guido Schäffer debe ser propuesto como un modelo para todos los jóvenes que aguardan la entrada a la universidad.  En ese ambiente donde la religión es tantas veces ofendida y despreciada, él supo seguir el camino de Cristo, huyendo de la tentación y de las invitaciones a la mediocridad, huyendo de la ilusión del diploma, a fin de ser un médico de verdad, que sirviese a los otros, mayormente a los más pobres. E hizo eso con tanta convicción y amor que muchos ya no dudan en llamarlo santo. Porque, de verdad, el diploma real que debemos buscar es la “corona de la salvación”.






Notas:



La madre de Guido explica, sin embargo,  que al confesar, él hizo como hacen muchos santos, cargando las tintas sobre los propios pecados. Los robos de los que él habla eran dulces que robaba en las tiendas cuando era niño.
Después, el relato de las …. (ya saben qué) se resume a dos cigarrillos de … (ya saben qué) que amigos surfistas le dieron una única vez. En todo caso, el necesitó reparar tales ofensas a Nuestro Señor. Agradecemos a la señora Nazaré Schäffer por las aclaraciones.



Recomendaciones:



Las citas del diario de Guido están contenidas en este libro: D. Justino de Almeida Bueno. Guido Schaffer: apóstolo da palavra e da paz. 3.ª ed. Juiz de Fora: Subiaco, 2016.






Artículo originalmente publicado en portugués en la página electrónica del padre Paulo Ricardo.



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